lunes, 21 de agosto de 2023

Un reto inmediato: a más ancianos, menos geriatras.

Todos nos hacemos mayores, y por jóvenes que algunos sean, también llegaran a esa edad que todos tememos. La sociedad ha cambiado radicalmente, y la familia tradicional se ha visto alterada inevitablemente por mor de su propia dinámica. Llega un momento en que a los mayores hay que "aparcarlos", y probablemente sea por la necesidad de tenerlos bien cuidados. Nadie lo desea, pero parece que no queda otro remedio. Lo lamentable, y viéndolo desde un punto de vista exclusivamente economicista, es que ante la falta de personal preparado para tan difícil menester, la administración no haya reparado en el yacimiento laboral que puede explotarse para tales funciones. 

En 1950, el 8% de la población estadounidense tenía 65 años o más. En 2023, esa cifra es de alrededor del 17%. Para 2050, se estima que aumentará al 22%. España, ahora, alcanza casi el 19% ¿Quién dará atención médica a la población que envejece?

Geriatras, responderiamos. Pero eso está lejos de ser seguro. Según un artículo de la Revista JAMA , “la profesión de la medicina geriátrica ha caído en declive”, el dr. Jerry H. Gurwitz escribe que:

El número de geriatras certificados por la junta en los EE. UU. cayó de 10270 en 2000 a 7413 en 2022. Este desgaste se relaciona con la jubilación de muchos médicos que estuvieron entre los primeros en obtener la certificación en geriatría, así como con algunos que eligieron no volver a certificarse como requerido cada 10 años. Esta caída se ha visto exacerbada aún más por una cartera de aprendices fallida. En la competencia nacional de becas de geriatría de 2022, solo se cubrieron 177 puestos de los 411 puestos ofrecidos (43 %), el porcentaje más bajo de todas las becas en 71 especialidades de la medicina.

Lo que ocurre en EE,UU, no es muy distinto a lo que pasa en Europa y en España. Hay una serie de razones para el declive. La medicina geriátrica no está tan bien remunerada como otras especialidades; otros médicos también pueden atender a los ancianos; las facultades de medicina tienden a ignorar la medicina geriátrica: pero una de las razones principales es la imagen que se da a la ciudadanía.

En su libro Elderhood de 2019, la geriatra Louise Aronson escribió: “Cuando le digo a alguien lo que hago para ganarme la vida, por lo general tiene una de dos reacciones. O sus rostros se contorsionan como si acabaran de oler algo asqueroso, o me felicitan por mi dedicación desinteresada... Estas respuestas aparentemente opuestas son en realidad las mismas. Ambos implican que lo que estoy haciendo es algo que nadie en su sano juicio haría nunca”.

Cualquiera sea el caso, el citado Dr. Gurwitz teme por el futuro: “Nuestra nación está comenzando a experimentar el impacto total del envejecimiento de nuestra población. Lamentablemente, nuestro sistema de salud y su fuerza laboral no están preparados para enfrentar un aumento inminente de morbilidad múltiple, deterioro funcional, demencia y fragilidad. Esta es la realidad que las organizaciones de atención médica y las escuelas de medicina no han apreciado adecuadamente o han optado por ignorar”.

Volvemos a repetir que es obvio que esas mismas palabras se pueden aplicar perfectamente en España, pues el campo de la geriatría en España se enfrenta a varios retos, entre ellos una implosión demográfica y escasez de geriatras. España solo tiene 850 geriatras para nueve millones de mayores.

Una población cada vez más envejecida, que conduce a un número cada vez mayor de adultos mayores que experimentan deterioro cognitivo, fragilidad física, comorbilidades y aislamiento social, una especialidad médica cada vez más escasa y poco reconocida y una falta de profesionales intermedios capacitados y especializados, no se limita a ser un un reto, sino un futuro incierto más inmediato de lo que creemos y podríamos desear.