@germenbioetica
jueves, 26 de marzo de 2020
lunes, 23 de marzo de 2020
CARMEN RODRIGO: LA JOYA JURÍDICA DEL CORONAVIRUS
De el blog de Carmen Rodrigo de Larrucea Derecho y Salud no van siempre de la mano
"Recuerdan hace unas semanas en Canarias aislaban un hotel de Adeje al haberse detectado un positivo a coronavirus? Pues ha llegado a mis manos el Auto de ratificación de Medidas Sanitarias Urgentes y es una joya jurídica por lo impecable de su argumentación"
TEXTO COMPLETO AQUÍ
@germenbioetica
Coronavirus – Salud pública y bioética
Desde hace unos días se nos pide una panoplia de medidas individuales con una trascendente repercusión colectiva. Para poder adherirse a las medidas de distancia social, cambiar los hábitos de saludo…compart
Leganés, el colapso de un hospital: "La situación es dramática, hay gente en sillas desde hace 30 horas"
La oleada de enfermos que está dejando a su paso el Covid 19 en la capital ha llevado al Hospital Severo Ochoa de Leganés «al máximo de su capacidad» y «ya no admite más pacientes», por lo que se ha …
Los científicos, militares y técnicos de la Campaña Antártica inician su regreso a España - Ministerio de Ciencia e Innovación (es)
La XXXIII Campaña Antártica termina una semana antes de lo previsto por el brote del nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2. Las bases antárticas Juan Carlos I y Gabriel de Castilla se han cerrado y el buq…
domingo, 22 de marzo de 2020
EL TRIAJE NO ES EUTANASIA
Vivimos tiempos confusos. La inseguridad y la incertidumbre se ha apoderado de la sociedad. La perplejidad es la nota dominante. Es difícil, muy difícil, permanecer fríos ante lo que nos rodea. Conocemos la situación que se está pasando en el ámbito sanitario: los dilemas éticos se plantean de continuo, sin tiempo suficiente, con urgencia. Hay que elegir. Por eso doy la bienvenida, nuevamente, al compañero Don Pedro Pinto Sancristoval que asume, a continuación, el reto de intentar dar luz en un problema que lamentablemente se está sufriendo diariamente en los hospitales españoles, ante esta epidemia, a la vista de la falta de material médico terapéutico suficiente para atender a todos los pacientes. El problema es acuciante, un reto bioético de primer nivel. Si hay que elegir, usted ¿qué haría?
EL TRIAJE NO ES EUTANASIA
Con este comentario de urgencia, me propongo salir al paso de lo que me
parece un error que se está cometiendo con frecuencia, por gentes
bienintencionadas que están exigiendo a los técnicos de la sanidad lo que éstos
no pueden dar. En varios grupos de whatsapp leo recurrentes críticas aceradas a
los médicos por estar haciendo acepción de personas en la aplicación de medios
terapéuticos, entre acusaciones, escasamente veladas, de estar practicando una
eutanasia de hecho, por no considerar todas las vidas igual de valiosas. Es muy
duro oír permanentemente en las noticias que cierto número de pacientes han
muerto y que a algunos de ellos no se les pudo dar todas las opciones
terapéuticas, y por eso la patada es comprensible en términos emocionales, pero
creo que quienes la propinan no están escogiendo el trasero adecuado, porque el
destinatario de la invectiva pudiera ser el poder político que ha abierto un
debate sobre la eutanasia, pero nunca el técnico sanitario que sencillamente
está haciendo lo que puede en las circunstancias en las que le ha colocado la
decisión de las autoridades, con los medios puestos a su disposición por ellas,
y en el contexto de una situación epidémica notoriamente excepcional. Por eso
me parece tan injusto como frívolo que se esté acusando a los profesionales de
la medicina de prácticas poco menos que eugenésicas. Creo que la crítica sería
menos acerba si cualquiera se pusiera idealmente en la tesitura de tener que
escoger, en situación límite, entre salvar a una abuela de noventa años o a su
nieta de diecisiete.
La eutanasia -es de todos conocido- es una práctica que de modo
deliberado se ordena a la causación de la muerte del paciente, porque se estima
razonable como opción ética. Sólo para que el equívoco no quede entre nosotros,
aclaro en este momento que mi posición es radicalmente contraria a ella, por
razones que se escapan del objeto de estas notas, porque lo que me interesa
destacar es el grueso desenfoque lógico que supone entender como práctica
eutanásica la elección, en una situación extrema, de a quién facilitar un medio
terapéutico escaso y de imposible uso compartido.
Entiendo que quienes critican a los médicos por -digámoslo claramente-
asignar los respiradores o las camas de UCI a pacientes jóvenes, sin
enfermedades previas o, en general, con un mayor pronóstico de curación, están
en el fondo razonando como el oficial de estado mayor caricaturizado por el
chiste, que comienza su aportación al planeamiento de la operación con su
“supongamos que tenemos…”. Porque, efectivamente, supongamos que tenemos en
España dos millones de camas hospitalarias con sus respiradores en perfecto
estado de ser atendidas por personal cualificado (que igualmente nos sobra), y,
ya puestos, un millón de camas de UCI, también con su personal especializado.
En esas condiciones, es obvio que los médicos no se verían forzados a escoger a
quién dedicar cada recurso y atenderían con igual dedicación a todo enfermo que
traspasara el umbral del hospital. En ese mundo ideal sí podríamos debatir si
la denegación de asistencia a un paciente es legítima o no en términos morales.
Ahora, abandonemos las ensoñaciones estratégicas y bajemos, como los buenos
profesionales, a la arena de la logística. Porque ese médico, ese enfermero,
ese auxiliar a los que se critica, desearían, sin duda, vivir en la arcadia
feliz de la sobreabundancia de medios, pero lo que tienen, desde hace días, es
una situación crítica en la que tienen que decidir, hic et nunc, a quién se
conecta al respirador o a quién se ingresa en la UCI. Ver a un médico
angustiado en esa situación, teniendo que tomar una decisión de ese calibre y
vivir con ella, y pretender que su opción no es producto de un juicio
profesional ponderado, sino una ligereza fruto de un prejuicio inmoral contrario
al valor de la vida del enfermo es, como dije más arriba, profundamente injusto
en un personal cuya vocación le ha conducido a vestir una bata blanca y que,
sin duda alguna, no es responsable de la escasez logística que le viene dada,
pero sí de optimizar el uso de los medios de que dispone.
En cualquier régimen político democrático, la crítica de las decisiones
del poder, cuando se juzgan equivocadas, es muy saludable, e incluso necesaria
para hacer efectiva la responsabilidad política (porque es ésta y no la mera
celebración periódica de elecciones lo que constituye la esencia de una genuina
democracia). Y por eso me parecería muy bien que se cuestionase cualquier
decisión que pudiera haber colocado al facultativo en la tesitura de tener que
escoger, pero no a éste por escoger con un criterio de viabilidad de
supervivencia. Porque, efectivamente, todas las vidas de los pacientes son, en
cuanto tales, axiológicamente iguales, y por eso los poderes públicos, cuando
se avecina una epidemia, han de hacer todo cuanto esté en su mano por minimizar
su expansión y maximizar los medios sanitarios para hacer frente a ella,
teniendo en cuenta la protección adicional que pueda necesitar la población
vulnerable. Eso les es exigible a los responsables políticos. Pero al
facultativo, que no puede elegir en qué mundo vive cada día, cuando está en una
situación crítica y ha de asignar los medios limitados a pacientes ilimitados,
nadie puede reprocharle que escoja atender a quien prudencialmente tiene mejor
pronóstico. Y el que se lo quiera reprochar, que aporte un criterio alternativo
moralmente preferible, a ver si asignando los respiradores por orden alfabético
o por sorteo, la estadística de muertos parece más
tolerable. Me permito aventurar que no.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)