Los llamados vientres de alquiler o maternidad subrogada es un tema
éticamente complejo que puede ser abordado desde distintos puntos de vista y
disciplinas. Esa complejidad es, precísamente, la que hace que todos los
análisis sobre dicho tema queden cojos ante el empeño de situarnos
exclusivamente en un punto de vista. Tenemos que repetir y recordar que la
bioética no puede ser simplemente multidisciplinar o acaso pluridisciplinar, y que
tampoco debe ser interdisciplinar. Debe ser transdisciplinar.
Lo podemos ver a continuación. Sobre el citado tema se ha suscitado este verano unas enriquecedora
polémica como consecuencia del MANIFIESTO, impulsado por las filósofas Amelia
Valcárcel y Victoria Camps, y que ha sido publicado en la web nosotrasdecidimos.org
(http://nosotrasdecidimos.org/nosomosvasijas/),
que reproducimos en su totalidad:
LAS MUJERES NO SE PUEDEN
ALQUILAR O COMPRAR DE MANERA TOTAL O PARCIAL
Las personas que suscriben este manifiesto muestran su
preocupación ante los variados pronunciamientos a favor de la regulación de la
maternidad subrogada, o la práctica de alquilar vientres de mujeres en favor de
terceros. Para que los partidos políticos y los gobiernos, nacional y
autonómicos, estén alerta y no se dejen engañar por campañas mediáticas, a
todas luces parciales, deben tener presente que el deseo de
paternidad/maternidad nunca puede sustituir o violar los derechos que asisten a
las mujeres y los y las menores. El deseo de ser padres-madres y el ejercicio
de la libertad no implica ningún derecho a tener hijos. Por ello mostramos
nuestro absoluto rechazo a la utilización de los “vientres de las mujeres con
fines de gestación para otros” que se fundamenta en las siguientes razones:
Porque abogamos por el
derecho a decidir de las mujeres en materia de derechos sexuales y
reproductivos. La maternidad por sustitución niega a las mujeres
gestantes el derecho a decidir durante el proceso de embarazo y en la posterior
toma de decisiones relativas a la crianza, cuidado y educación del menor o la
menor.
Porque elegir es preferir
entre una serie de opciones vitales. La elección va
acompañada, a su vez, de la capacidad de alterar, modificar o variar el objeto
de nuestras preferencias. La maternidad subrogada no sólo impide a las mujeres
la capacidad de elección, sino que además contempla medidas punitivas si se
alteran las condiciones del contrato.
Porque la llamada
“maternidad subrogada” se inscribe en el tipo de prácticas que implican el
control sexual de las mujeres: si en las sociedades
tradicionales, los matrimonios concertados o la compra por dote, son las
típicas formas en que se ejerce el control sexual de las mujeres, en las
sociedades modernas, la prohibición del aborto, la regulación de la
prostitución y la maternidad subrogada son sus más contundentes expresiones.
Porque alquilar el vientre
de una mujer no se puede catalogar como “técnica de reproducción humana
asistida”. Las mujeres no son máquinas reproductoras que
fabrican hijos en interés de los criadores. Es, por el contrario, un evidente
ejemplo de “violencia obstétrica” extrema.
Porque el “altruismo y generosidad”
de unas pocas, no evita la mercantilización, el tráfico y las granjas de
mujeres comprándose embarazos a la carta. La recurrencia
argumentativa al “altruismo y generosidad” de las mujeres gestantes, para
validar la regularización de los vientres de alquiler, refuerza la arraigada
definición de las mujeres, propia de las creencias religiosas, como “seres para
otros” cuyo horizonte vital es el “servicio”, dándose a los otros. Lo cierto es
que la supuesta “generosidad”, “altruismo” y “consentimiento” de unas pocas
solo sirve de parapeto argumentativo para esconder el tráfico de úteros y la
compra de bebés estandarizados según precio.
Porque cuando la maternidad
subrogada “altruista” se legaliza se incrementa también la comercial.
Ningún tipo de regulación puede garantizar que no habrá dinero o sobornos
implicados en el proceso. Ninguna legalización puede controlar la presión
ejercida sobre la mujer gestante y la distinta relación de poder entre
compradores y mujeres alquiladas.
Porque no aceptamos la lógica
neoliberal que quiere introducir en el mercado “los vientres de alquiler”,
ya que se sirve de la desigualdad estructural de las mujeres para convertir
esta práctica en nicho de negocio que expone a las mujeres al tráfico
reproductivo.
Porque las mujeres no se
pueden alquilar o comprar de manera total o parcial. La
llamada “maternidad subrogada” tampoco se puede inscribir, como algunos
pretenden, en el marco de una “economía y consumo colaborativo”: la pretendida
“relación colaborativa” sólo esconde “consumo patriarcal” por el cual las
mujeres se pueden alquilar o comprar de manera total o parcial.
Porque nos mostramos
radicalmente en contra de la utilización de eufemismos
para dulcificar o idealizar un negocio de compra-venta de bebés mediante
alquiler temporal del vientre de una mujer, viva ésta en la dorada California o
hacinada en un barrio de la India. Así es que nos afirmamos en llamar a las
cosas por su nombre, no se puede ni se debe describir como “gestación
subrogada” un hecho social que cosifica el cuerpo de las mujeres y mercantiliza
el deseo de ser padres-madres.
Porque la perspectiva de los
Derechos Humanos supone rechazar la idea de que las mujeres sean
usadas como contenedoras y sus capacidades reproductivas sean compradas. El
derecho a la integridad del cuerpo no puede quedar sujeto a ningún tipo de
contrato.
Así pues, nos declaramos en contra de cualquier tipo
de regulación en torno a la utilización de mujeres como “vientres de alquiler”.
“Está costando mucho
abordar el debate sobre la regularización de la maternidad subrogada desde los
feminismos. Las firmantes del manifiesto contrario a esta
práctica, #nosomosvasijas, ven en ella una vulneración de los
derechos humanos de las mujeres y la equiparan a la explotación.
Es un tema espinoso y
corremos el peligro de encontrarnos en un “o conmigo o contra mí” que no trae
nada bueno. Puede que entre las dudas y los matices encontremos puntos de
entendimiento o, al menos, huecos para el debate constructivo. Partamos de la
base de que todas las feministas estamos, lógicamente, en contra de la
explotación o la negación de derechos a cualquier mujer en cualquier lugar del
mundo.
Este debate recuerda
mucho a otro: el sempiterno debate sobre la prostitución, en el que también se
mezclan cuestiones tan complejas como la libertad individual y el contexto
social. La prostitución ha sido probablemente el tema que más ha dividido a las
feministas, entre las abolicionistas, que creen que es una forma de violencia
hacia las mujeres, y las feministas que llaman a distinguir prostitución libre
de trata y a reconocer la capacidad de decisión de las prostitutas. No es casualidad, por tanto, que las
firmantes del manifiesto contra la maternidad subrogada sean reconocidas
abolicionistas. Su discurso me suscita muchas preguntas, sin fácil
respuesta:
Uno de sus argumentos
principales es que la gestación subrogada extiende la dominación y el poder de
los países del Norte sobre los del Sur. Es decir, primero explotamos sus
materias primas y ahora también sus úteros. Pero ¿estamos siempre frente a un
abuso de poder o también frente a estrategias adoptadas desde la libertad
individual para cambiar o mejorar determinadas condiciones de vida? Es más,
¿acaso no existen mujeres europeas o estadounidenses de clase media, que muchas
veces ya son madres, y que quieren ayudar a otras a serlo por puro altruismo? Y
una pregunta más, si se están dando situaciones de abuso, ¿no deberíamos
denunciarlas y establecer una legislación que proteja a las mujeres que quieran
pasar por este proceso para que lo hagan en condiciones óptimas?
El mismo manifiesto
habla del altruismo y la generosidad de unas pocas, es decir, reconoce la
existencia de mujeres que deciden gestar a los hijos de otras u otros… Y si no
es por generosidad y es por cuestiones económicas, ¿deja de estar bien? ¿Quién
decide eso? ¿Debemos utilizar una suerte de ética universal para controlar las
decisiones de las mujeres?
Es un tema que esta
campaña dice plantear desde “la ética y la perspectiva de derechos” pero, ¿no
es la misma perspectiva que la que se usa para abordar la prostitución
olvidando a quienes la ejercen de forma libre y voluntaria?”
No es lo mismo la
explotación sexual de mujeres (aquí podemos establecer un paralelismo con esas
granjas de “úteros” justamente denunciadas por la campaña), que ejercer libre y
voluntariamente la prostitución (y aquí otro paralelismo con esas mujeres que
viven en Estados Unidos, por decir un lugar, y tienen una vida de clase media
absolutamente acomodada y deciden prestar su vientre de forma libre para hacer
posible la paternidad de parejas gay, lésbicas o de mujeres u hombres solos que
deciden ser padres).
Al igual que ocurre
con la prostitución, vemos que los
valores morales de algunas personas entran en colisión con la libertad de
decidir sobre sus cuerpos de otras. ¿Por qué si puedo vender fuerza de
trabajo,no puedo vender mi capacidad reproductora? Rechazando la lógica
neoliberal pero aceptando el hecho de que vivimos en un mundo en el que,
desgraciadamente, debo trabajar o hacer algo a cambio de dinero para subsistir.
Y dejando
absolutamente de lado cuestiones económicas, ¿por qué no puedo gestar un hijo o
hija que mi prima, que es estéril, no puede gestar por cuestiones de salud?¿No
es lícito y hasta bonito, según dicen algunas, hacer realidad el deseo de ser
madre o padre de otras personas? ¿Queremos prohibir eso? Y Aunque estas mujeres
sean, según las firmantes, “minoría”, ¿quiénes somos nosotras para decidir por
ellas?
Sería interesante,
por otra parte, preguntarnos si regular esta opción en nuestro país no sería
una manera de evitar que muchos españoles y españolas vayan a buscar gestantes
a lugares donde no se respetan sus derechos. Y de paso, nuevamente, denunciarlo
y pedir a esos países que terminen con esas situaciones salvaguardando la
integridad de esas mujeres y defendiendo sus derechos.
Y por supuesto,
peleemos juntas contra las granjas de mujeres que nombra el esta campaña,
utilizadas para parir en condiciones de vulnerabilidad y obligadas a renunciar
a sus derechos sexuales. Y para aquellas que lo hacen libre y voluntariamente
en países como India, estemos vigilantes para que los contratos que se
establezcan no sean abusivos y les dejen capacidad para decidir a las gestantes
en todo momento.
En reacción a la
campaña #nosomosvasijas, la Asociación por la Maternidad
Subrogada en España recuerda en este comunicado uno de los principios
de la lucha por el derecho a decidir (relativo a la interrupción voluntaria del
embarazo), apoyada por consenso por las feministas, es que “La mujer decide, la
sociedad respeta, el Estado garantiza y las Iglesias no intervienen”. Entonces,
si ese es el principio que une a todas las feministas, ¿no es contradictorio
prohibir toda opción de que una mujer decida gestar una criatura bajo acuerdo
con la persona o personas que van a criarla?
A veces el debate es
imposible porque no usamos los mismos términos. Las abolicionistas hablan de
mujeres prostituídas y no reconocen la expresión “trabajo sexual”, con el que
muchas prostitutas definen su actividad económica, marcada por el estigma
social y abocada a la economía sumergida. Las mujeres gestantes no consideran que están alquilando su vientre
igual que las trabajadoras sexuales no consideran que están vendiendo su cuerpo,
porque su cuerpo sigue con ellas después de prestar un servicio determinado a
un precio determinado y su vientre es suyo en todo momento aunque albergue al
hijo de otra o de otro.
Frente a la tentación
de imitar la confrontación en el debate de la prostitución que tantas fracturas
entre feministas ha provocado, el debate sobre la maternidad subrogada puede
ser una oportunidad para proponer nuevos enfoques e intercambios ideológicos.
Debatamos, conversemos, lleguemos a acuerdos. Basta ya de heridas abiertas, muy
interesantes para el patriarcado, en las entrañas del feminismo.
¿Y sabéis qué? Que
tenemos mucho trabajo por delante que debe servir para unirnos y tirar de más
hilos para defender la autonomía de las mujeres sobre nuestros cuerpos”.
“El manifiesto “No somos vasijas” se opone a la regulación o
legalización de la maternidad o gestación subrogada. Según este escrito, “Las
mujeres no se pueden alquilar o comprar de manera total o parcial”: se trata de
una afirmación entre tonta y tramposa, ya que la gestación subrogada es la
prestación de un servicio y no una compraventa o alquiler (lo de alquilar
úteros o vientres de mujeres es una expresión popular pero desafortunada).
Los redactores de este manifiesto y quienes lo
suscriben pretenden, en un tono típicamente autoritario y desde una presunta
superioridad moral, prohibir a todo el mundo ciertas relaciones o interacciones
sin tener en cuenta las opiniones o las valoraciones de las partes
involucradas, es decir en contra de su libertad personal particular y concreta:
“mostramos nuestro absoluto rechazo a la utilización de los vientres de las
mujeres con fines de gestación para otros”. Creen que los que no opinan como
ellos pretenden engañar a los políticos mediante campañas mediáticas parciales
e interesadas: sólo ellos son puros, altruistas y tienen razón. Aseguran
defender los derechos de las mujeres y los menores cuando en realidad o se los
inventan por la cara o los violan de forma sistemática.
Su razonamiento moral es chapucero: “El deseo de ser
padres-madres y el ejercicio de la libertad no implica ningún derecho a tener
hijos”. ¿Se refieren a un derecho negativo a que no exista coacción externa o a
un derecho positivo que legitima a exigir algo a otros? ¿Dónde está la coacción
o a quién se está obligando a participar? ¿Los deseos no generan derechos en
general o sólo en este caso particular de forma arbitraria? ¿Querer
reproducirse es un deseo o una necesidad o imperativo biológico? ¿Contratar con
otro para que proteja y alimente tu embrión viola el derecho de alguien? ¿Contratar
con otro para que proteja y alimente a tu hijo ya nacido viola el derecho de
alguien?
Porque abogamos por el derecho a decidir de las
mujeres en materia de derechos sexuales y reproductivos. La maternidad por
sustitución niega a las mujeres gestantes el derecho a decidir durante el
proceso de embarazo y en la posterior toma de decisiones relativas a la
crianza, cuidado y educación del menor o la menor.
La libertad sexual y reproductiva están muy bien: pero
los contratos suelen establecer restricciones voluntariamente aceptadas por las
partes; es normal que los padres biológicos quieran asegurar un embarazo sano
controlando de algún modo adecuado la vida de la gestante, y esta es libre de
aceptar ciertas condiciones o no hacerlo; en principio y salvo que se pacto
algo diferente, la mujer gestante no tiene ningún vínculo legal o derecho sobre
el embrión o niño, no pinta nada decidiendo sobre su crianza posterior.
Porque elegir es preferir entre una serie de opciones
vitales. La elección va acompañada, a su vez, de la capacidad de alterar,
modificar o variar el objeto de nuestras preferencias. La maternidad subrogada
no sólo impide a las mujeres la capacidad de elección, sino que además
contempla medidas punitivas si se alteran las condiciones del contrato.
Cuando uno pacta un contrato reconoce que no tiene
derecho a alterar de forma unilateral lo pactado aunque sus preferencias hayan
cambiado: no entender esto es no comprender qué es un contrato. La legalización
de la maternidad subrogada permite a las mujeres elegir libremente si quieren o
no prestar un servicio en las condiciones que negocien y acuerden con la otra
parte involucrada.
Porque la llamada “maternidad subrogada” se inscribe
en el tipo de prácticas que implican el control sexual de las mujeres: si en
las sociedades tradicionales, los matrimonios concertados o la compra por dote,
son las típicas formas en que se ejerce el control sexual de las mujeres, en
las sociedades modernas, la prohibición del aborto, la regulación de la
prostitución y la maternidad subrogada son sus más contundentes expresiones.
El control sexual de las mujeres en ciertas sociedades
ha existido y existe, pero es un tema complejo y que no se manifiesta en la
prohibición del aborto o la regulación de la prostitución, y mucho menos en la
maternidad subrogada. Los y las feministas tienen algunos temas con los que
están obsesionados, tal vez traumatizados, y no pueden evitar mencionarlos
aunque no vengan a cuento. El asunto del aborto es interesante: quien se atreva
a oponerse a la gestación subrogada por algún presunto derecho del embrión
tendrá complicado defender el aborto libre, uno de los dogmas sagrados del
feminismo más típico.
Porque alquilar el vientre de una mujer no se puede
catalogar como “técnica de reproducción humana asistida”. Las mujeres no son
máquinas reproductoras que fabrican hijos en interés de los criadores. Es, por
el contrario, un evidente ejemplo de “violencia obstétrica” extrema.
No sólo pretenden prohibir qué hacer sino cómo
catalogar los hechos: sin embargo sí se trata de una técnica de reproducción
humana asistida, y todos los seres vivos somos agentes o máquinas que actuamos
para sobrevivir y reproducirnos o, en este caso, ayudar a otros a reproducirse.
Lo de la violencia obstétrica extrema es simplemente una estupidez más entre
otras muchas.
Porque el “altruismo y generosidad” de unas pocas, no
evita la mercantilización, el tráfico y las granjas de mujeres comprándose
embarazos a la carta. La recurrencia argumentativa al “altruismo y generosidad”
de las mujeres gestantes, para validar la regularización de los vientres de
alquiler, refuerza la arraigada definición de las mujeres, propia de las
creencias religiosas, como “seres para otros” cuyo horizonte vital es el
“servicio”, dándose a los otros. Lo cierto es que la supuesta “generosidad”,
“altruismo” y “consentimiento” de unas pocas solo sirve de parapeto
argumentativo para esconder el tráfico de úteros y la compra de bebés
estandarizados según precio.
Además de que no hay ningún tráfico de úteros ni
compra de bebés estandarizados según precio, aquí muestran que son enemigos del
mercado y del comercio, algo nada sorprendente, y que no entienden gran cosa de
biología y psicología evolucionista: la mujer sí suele ser más altruista porque
tiende de forma natural a asumir una inversión parental mayor. Resulta raro
observar cómo alguien intenta defender a la mujer diciendo que su generosidad y
altruismo son solamente “supuestos”.
Porque cuando la maternidad subrogada “altruista” se
legaliza se incrementa también la comercial. Ningún tipo de regulación puede
garantizar que no habrá dinero o sobornos implicados en el proceso. Ninguna
legalización puede controlar la presión ejercida sobre la mujer gestante y la
distinta relación de poder entre compradores y mujeres alquiladas.
Más fobia a los intercambios monetarios, y
preocupación por que a alguna mujer pobre algún rico pueda atreverse a
ofrecerle dinero a cambio de servicios de gestación, ¡qué horror! Ignoran que
las muy éticamente ilegítimas pero vigentes leyes sobre donación altruista de
órganos van en este mismo sentido: ¿se oponen a ellas con los mismos
argumentos?
Porque no aceptamos la lógica neoliberal que quiere
introducir en el mercado “los vientres de alquiler”, ya que se sirve de la
desigualdad estructural de las mujeres para convertir esta práctica en nicho de
negocio que expone a las mujeres al tráfico reproductivo.
Efectivamente no aceptan muchas cosas, ni siquiera la
lógica o el rigor argumental: son profundamente intolerantes y totalitarios. El
tráfico reproductivo suena muy mal, como el de drogas, y las mujeres quedan
expuestas a él sin ninguna protección y quizás sufran alguna colisión fatal. Lo
de los nichos de negocios tampoco puede ser algo bueno: no a los negocios, todo
debe ser ocio.
Porque las mujeres no se pueden alquilar o comprar de
manera total o parcial. La llamada “maternidad subrogada” tampoco se puede
inscribir, como algunos pretenden, en el marco de una “economía y consumo
colaborativo”: la pretendida “relación colaborativa” sólo esconde “consumo
patriarcal” por el cual las mujeres se pueden alquilar o comprar de manera
total o parcial.
O sea que cuando las personas comercian, intercambian,
compran, venden, alquilan, se prestan servicios unos a otros, no colaboran:
sólo colaboran cuando nosotros decidamos que es así. ¿Y qué pasa si una mujer
contrata ella sola con otra mujer una gestación subrogada? ¿También se trata de
consumo patriarcal? ¿Qué es lo que se consume y dónde está el patriarca?
Porque nos mostramos radicalmente en contra de la
utilización de eufemismos para dulcificar o idealizar un negocio de
compra-venta de bebés mediante alquiler temporal del vientre de una mujer, viva
ésta en la dorada California o hacinada en un barrio de la India. Así es que
nos afirmamos en llamar a las cosas por su nombre, no se puede ni se debe
describir como “gestación subrogada” un hecho social que cosifica el cuerpo de
las mujeres y mercantiliza el deseo de ser padres-madres.
Si queremos llamar a las cosas por su nombre, ¿podemos
calificar a los idiotas liberticidas como tales o hay que callar o usar algún
eufemismo para no herir sensibilidades exquisitas? ¿El cuerpo de las mujeres no
es una cosa? ¿Es una propiedad abstracta o un ente metafísico intangible?
¿Acaso alguien se apropia del cuerpo de la mujer gestante como si fuera un
objeto sin derechos o libertad? El deseo de que alguien me ayude a cuidar,
vestir, alimentar, vigilar y educar a mi hijo, satisfecho mediante múltiples
relaciones en el mercado ¿es algo horrible?
No hay compra-venta de bebés porque el niño nacido
nunca ha sido propiedad de la mujer gestante, quien no puede transferir lo que
no es suyo: recibir físicamente al embrión no equivale a convertirse en su
dueña o tutor legal. Una madre que deja a su hijo en la guardería, o que envía
a su hijo interno a un colegio una temporada, no está transfiriendo la
propiedad o derecho de tutela de su hijo. Un caso diferente serían los mercados
de adopción, algo legítimo que escandaliza y pone histéricos a muchos y que no
es lo mismo que la prestación de servicios de gestación.
Porque la perspectiva de los Derechos Humanos supone
rechazar la idea de que las mujeres sean usadas como contenedoras y sus
capacidades reproductivas sean compradas. El derecho a la integridad del cuerpo
no puede quedar sujeto a ningún tipo de contrato.
Derechos Humanos con mayúsculas, faltaría más, pero
nunca el de propiedad, el de no agresión o el de libertad contractual. ¿Qué
parte del cuerpo de la mujer pierde su integridad en un contrato de gestación
subrogada? Si una modelo que por contrato voluntariamente aceptado se agujerea
la oreja para colocarse un pendiente ¿alguien ha violado el derecho a la
integridad de su cuerpo? Si acepto contractualmente que un cirujano afecte a la
integridad de mi cuerpo al operarme ¿estamos él o yo atentando contra los
derechos humanos?
Entre las firmantes de este manifiesto están las
filósofas y catedráticas Amelia Valcárcel y Victoria Camps, lo que viene a
reflejar el patético estado intelectual de la filosofía moral en la
universidad.”
En suma, un problema de una gran complejidad que
requiere, como siempre en bioética, calma y reflexión, tolerancia y decisión.