miércoles, 11 de mayo de 2016

El necesario regreso de un nuevo paternalismo a la relación médico paciente.


   La crisis del paternalismo médico supuso el teórico e inacabado tránsito a la autonomía del paciente, que se manifiesta en una igualdad o simetría jurídicamente impuesta. Sin embargo, hay que replantearse si es necesario y conveniente abandonar todo tipo de paternalismo en la relación médico-paciente (RMP). Más importante que asumir, sin más, por imperativo legal esa nueva RMP basada en la literalidad de la norma, es reconducir la conducta del médico hacia un nuevo paternalismo respetuoso y promotor de los derechos del paciente, pero en la que igualmente y de manera recíproca se reconozca la distancia científica que les separa, y la consecuente e inevitable ascendencia moral de uno sobre otro, en una natural asimetría.

La crisis del paternalismo médico supuso que jurídicamente se haya impuesto una RMP en la que – formalmente - el paternalismo ha desaparecido, en aras del reconocimiento de la autonomía del paciente. Sin embargo podemos convenir que la horizontalidad perseguida no es reconocida como tal por la clase médica, no obstante sea precisamente ella la máxima responsable del fin de la supremacía mantenida tanto tiempo. La clase médica abdicó de las obligaciones tantos siglos mantenida en pro de ofrecer una mayor preparación técnica. Nos encontramos, por tanto, en un escenario donde el médico pretende seguir siendo “superior” y un paciente que ya no lo puede reconocer como tal. Como se ha dicho, el médico se ha empeñado en ser un mero técnico de la sociedad industrial, y a la vista de ello, el paciente lo trata como tal.

Pero igual ocurre en el otro lado de esta peculiar relación, ya que, pese a todo, con frecuencia, el paciente quiere seguir siendo tratado según el tradicional modelo paternalista – que no debemos confundir con el paternalismo radical, extremo, surgido a partir de la Revolución Industrial, y que “despreciaba” al paciente, sino al secular en que el médico tenía también una función espiritual, que no debemos equiparar sin mas a la religiosa - lo que plantea no pocos conflictos ante la verdadera discordancia de valores entre ambos: médico y paciente. ¿Cómo es posible no perjudicar cuando los valores no se comparten? Diego Gracia dice que para evitar el paternalismo radical, por un lado y el autonomismo radical, por el otro, el médico debe aportar a la relación médico- paciente, "una beneficencia pura, exenta de paternalismo" (1).Tras reconocer que ha defendido esta postura, no la considera del todo correcta, porque la misión del médico, considerada primariamente, es de no-maleficencia y no de beneficencia, que exige del médico más de lo debido; y porque la autonomía exige que nadie pueda decidir por el paciente, en las cuestiones relativas a su cuerpo, sin más límite que el que marcan los principios de no maleficencia o justicia. Este dinamismo, en mi opinión, debe ir en la dirección de reducir la asimetría pero, sin llegar nunca a la simetría, que traicionaría la propia naturaleza de la relación. Las relaciones simétricas, como dice Gracia, "suelen ser más conflictivas e inestables" (2).