viernes, 14 de octubre de 2011
SOBRE LA ENCUESTA DE LA PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS
Es lugar común decir que en España existe una gran educación sexual pero que carecemos de una educación sobre la reproducción. Parece incluso que se quisiera confundir ambas. Es decir, enseñamos a nuestros jóvenes a dar y recibir placer, pero sin embargo parecen desconocer – sobre todo en los primeros años de inicio a la sexualidad - las implicaciones y responsabilidades de dichos actos en el ámbito de la reproducción humana y de la salud.
Cuando surgió la píldora del día después – PDD – muchos celebramos tal acontecimiento, por cuanto era un adelanto incuestionable que permitía obviar consecuencias no deseadas de hechos deleznables. Pensábamos, por ejemplo, por deformación profesional, en supuestos de agresiones sexuales, donde cupiera la posibilidad de que la agredida quedase encinta. Pero, de igual modo, temíamos el uso indiscriminado de la misma sobre todo al conocer que se iba a dispensar sin ningún tipo de control sanitario. Pensábamos igualmente en tantos años de campaña institucional a favor del uso del preservativo que se podían tirar por la borda como consecuencia de la facilidad manifiesta en el uso de un método que iba a obviar el incomodo “condón”. No se iba a reparar, en determinados supuestos, en no llevar encima una “gomita” puesto que el problema, surgiera o no, se podía arreglar a posteriori, sin más problema que el “corte” de acudir a una farmacia. Y pensábamos además en aquéllos sectores más vulnerables como es el de los adolescentes, donde todo es desconocimiento y temor. A esas edades, y me parece una obviedad el decirlo, es más el temor a quedarse embarazada que a las enfermedades de transmisión sexual.
Se manifestó hasta la saciedad que la PDD era una bomba hormonal y que su uso indiscriminado era contraproducente en la mujer. Amén de que, una vez más, volvía a ser la mujer la encargada de de la responsabilidad en la reproducción. Estas y más cuestiones se planteaban ante la novedad surgida con la PDD.
Hace pocas fechas (septiembre 2011) se ha publicado el “ESTUDIO POBLACIONAL SOBRE USO Y OPINIÓN DE LA PÍLDORA POSTCOITAL” promovido por la Sociedad Española de Contracepción, que tiene por objeto analizar el conocimiento, las opiniones y el uso que la población femenina de 14 a 50 años de edad tiene respecto a la PDD. Son muchas las conclusiones que se alcanzan, pero también muchas las matizaciones que se pueden realizar.
En primer lugar nos parece poco adecuado el espectro de grupos de edades que se utiliza en la encuesta. Pongo por ejemplo que a la pregunta “¿ha utilizado usted alguna vez la PDD?”, los grupos de edad son de 14 a 24, de 25 a 35, y de 35 a 50.
Una de las cuestiones principales que se planteaban con la píldora postcoital era la referida a su consumo por parte de las menores de edad, y se basaba esto en que a edades tempranas coexistían el miedo, la ignorancia, la bisoñez, en fin… la juventud. Es por ese motivo que meter dentro de un mismo grupo a una chica de 14 con una mujer de 25 me parece trastocar los resultados, puesto que en un caso como este habría que matizar muchísimo más. Dicho de otro modo, sería más consecuente, para conocer de verdad cuál es la incidencia de su consumo en el inicio de las relaciones sexuales haber establecido un grupo de edad más temprano, de 14 a 18 por ejemplo, que sería más real con lo que queremos conocer del consumo inicial de la PDD. En fin, poner dentro del mismo grupo a mujeres de tan amplio segmento es alterar los resultados. Una mujer de 24 años está más “cerca” de una mujer de 30 que de una de 14 en lo que respecta a este asunto. En consecuencia se echa en falta conocer de verdad cuáles son esos resultados en las primeras edades. Es más, lo antedicho sería consecuente con la primera cuestión relativa a “¿a qué edad empezó a tener relaciones sexuales?”, en la que el espectro de edad de 14 a 20 años representa prácticamente el 70%. No hacer esta matización – y es rasgo común de toda la encuesta - puede llevar a equívocos en las conclusiones, y es que desde nuestro punto de vista es en los primeros años de actividad sexual cuando puede haber una mayor confusión, miedo y desconocimiento, y por tanto es el momento en el que pueden surgir los problemas en su consumo.
Otro aspecto a destacar es el relativo al conocimiento y utilización de la PDD, puesto que del 86,6 % que la ha utilizado un 16 % lo hizo por lo siguiente: “No usé el preservativo en esta ocasión, aunque lo suelo usar”, si bien el comentario que se realiza en la encuesta es que “… hay que destacar que en general el uso de la PDD no está ligado al mantenimiento de relaciones sexuales sin método anticonceptivo”. Cierto que, afortunadamente, no es una mayoría, pero no me parece nada despreciable que 16 de cada 100 mujeres no usara el preservativo, cuando lo suele usar. La pregunta consecuente que se echa de menos sería si no lo utilizaron en la confianza de que existía la PDD, es decir si lo utilizaron como método anticonceptivo de cabecera.
Igualmente volvemos a echar en falta una mayor matización en el espectro de edad, puesto que preguntar “¿cuántas veces ha utilizado usted la PDD en los últimos 12 meses?” se toma como base el total de mujeres de 14 a 50 años. Es necesario conocer esta respuesta en las primeras edades, en que se supone – repetimos - menos información y más aprensión y miedo.
Con respecto a las opiniones y actitudes respecto a la PDD, y a la pregunta “¿cree usted que la PDD es un método anticonceptivo habitual?”, nada menos que el 33,3 % piensa que sí lo es, siendo mayor esta opinión en el segmento de 14 a 24 años (35 %).
Hay que destacar también que la creencia de que la PDD es abortiva se sitúa por encima del 50 % de las mujeres en todos los tramos de edad. Aquí hay que matizar que esta respuesta va en consonancia con la pregunta, polémica en la doctrina, de si el embarazo comienza con la fertilización o con la gestación. Así sea nuestra respuesta así será nuestra opinión respecto al carácter abortivo de la PDD.
Importante es conocer las opiniones respecto a la libre dispensación de la píldora, puesto que la tercera parte de las mujeres se muestra contraria a su dispensación gratuita, y de los dos tercios restantes la tercera parte condicione la misma a que se tenga más de 16 años.
Estos aspectos apuntados resaltan efectivamente que la dispensación de la PDD no deja de ser polémica, y que es necesario realizar una encuesta específica para los primeros segmentos de edad, al menos de 14 a 20 años que es el grupo en que se concentran las primeras experiencias sexuales. Conocer la verdadera incidencia de la PDD en la población femenina española requeriría aproximarnos más a aquéllos grupos de edad más vulnerables y necesitados de comprensión, ayuda y orientación. No hay que intentar justificar nada, sino ser eficaces.
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