jueves, 21 de febrero de 2019
ESPADA, MEJIDE Y CHESTER
No es la primera vez que traigo a colación al periodista Arcadi Espada
en este blog. Es un personaje singular y sorprendente. Nunca sabes lo que va a
decir. Para mí es una ventaja, una cualidad. Es necesaria más gente así.
Ahora vuelve con la “agria polémica” (es inevitable esta expresión
para los que tenemos cierta edad) en razón a su participación en el programa
del – digamos- inefable Risto Mejide (Chester) y que supongo todos conocen dada
la repercusión en los medios. Dicho programa fue, desde luego, una encerrona. Se
sabía desde hace tiempo su posición ética por lo que obviamente se buscó la
polémica y la promoción. Televisión actual, en fin.
Pero lo que quiero comentar es la postura de Espada. Llamarle
animalada, como hizo Mejide, es una simpleza. Argumenta Espada que si unos
padres conocen de antemano una enfermedad incurable, y grave, que le impida
tener una vida “normal” al hijo que esperan, que determine que no pueda vivir
sin una asistencia permanente, y deciden continuar con la gestación, no pueden
exigir al Estado, a la sociedad, que ésta le mantenga tal asistencia
económicamente. Suena duro. Su posición, desde mi punto de vista hunde sus
raíces – y Arcadi Espada no es, desde luego, hipócrita – en el dualismo o personismo
y en su ulterior desarrollo utilitarista.
Hagamos memoria: La génesis del
dualismo o personismo se arrima a las ideas principalmente de Descartes y Locke
que distinguieron entre ser biológico (ser humano) y ser biográfico (persona).
Esta dualidad, llevada al extremo la formuló contemporáneamente el bioético
norteamericano TRISTAM ENGELHARDT, que jerarquizó a los seres humanos según su
grado de autoconciencia y libertad (capacidad de elección), que es lo que les
hace autónomos y como tales les convierte en agentes morales. Esta idea
desemboca en que se niega dignidad y derecho a los seres no autoconscientes
(embriones, niños pequeños, comatosos, descerebrados), que tienen una categoría
moral inferior, siendo por tanto meros seres biológicos y no biográficos, y que
poseen valor no intrínseco sino en cuanto haya algún agente moral que los
valore.
Extensión, en parte, es el utilitarismo, visto desde este punto de
vista, que determina que los seres vivos de la especie humana tienen valor en
cuanto tienen capacidad de placer/sufrimiento (capacidad sensorial) (SINGER), y
siempre que ello conlleve el mayor bien para el mayor número.
Como vemos, si no exactamente, la idea de Espada no es nada nueva y es
coherente con la dialéctica moral presente en nuestra sociedad actualmente.
Rechazarla de plano, sin un debate sosegado y reflexivo me parece absurdo. Tuvo
la mala suerte de encontrarse con Mejide.
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Lo malo es que, con independencia de las justificaciones teóricas de la cosa, que las ha habido y bien solventes, tenemos experiencia remota y reciente de lo que ocurre cuando alguien se arroga la facultad de definir qué vidas son dignas de ser vividas y cuáles no.
ResponderEliminarPor otra parte, coincido en que los fundamentos de la posición que defendió Espada no son nuevos.