De inmediato el presidente de la VW declaró que dichos experimentos habían sido "repugnantes y antiéticos"; que la industria debe ser "más seria y sensible ante cuestiones éticas", y acto seguido cesó a Thomas Steg, su apoderado.
Paralelamente, China anunció la exitosa clonación de dos primates creados para la experimentación: ¿no es este un mundo de locos?
¿De dónde nos viene el derecho de hacer lo que decidamos con los animales? De la soberbia de sentirnos seres racionales, poseedores de "la verdad".
Heidegger mostró que la idea de "verdad" tiene su fundamento en la razón, supuestamente "EL" atributo humano. Mostró también que la razón obtiene su incuestionable lugar primordial del pensamiento religioso, que la presenta como el soplo divino, como el logos que solamente posee quien fue hecho a imagen y semejanza de Dios.
En el fondo, todo científico fanático de la diosa razón vive y razona bajo el mismo esquema que cualquier religioso: considera que el ser humano es único en la creación/evolución y es la cúspide de la obra de dios/naturaleza.
Pero para Darwin la evolución no avanza hacia el progreso; comete errores, crea seres con ojos bajo párpados cerrados, como el topo que tanto le hizo pensar. No somos cúspide de nada: somos un experimento más de la vida… quizá su más grande error.
Hoy lo más valioso, la vida misma en su increíble diversidad, se desangra bajo la burda bota de la soberbia humana: ¿no es tiempo ya de repensar el humanismo y darnos cuenta de que no solo el ser humano merece ser el centro de nuestras preocupaciones éticas?
Ante el humanismo, propongo el ecologismo, el animalismo y la bioética. Ya basta de humanismos: es el momento de un ecocentrismo radical.
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