miércoles, 28 de mayo de 2014
“Quien no haya experimentado la seducción que la ciencia ejerce sobre una persona, jamás comprenderá su tiranía”
Un nuevo y revolucionario avance biotecnológico nos vuelve a rememorar los mismos miedos e incertidumbres que ocasionó el descubrimiento en 2010 de la llamada “célula artificial”. Regular jurídicamente estas nuevas situaciones supone un reto inabarcable dada las potencialidades surgidas. Ello implica que el Derecho vaya por detrás de la Ciencia, puesto que no se puede regular lo que no se conoce. Es aquí donde tiene que aparecer la ética, la bioética, estableciendo las pautas y el cauce en el que deba moverse el desarrollo científico en beneficio de la humanidad, lo que implica necesariamente un conocimiento íntimo de los avances biotecnológicos.
Nuevo artículo en la Revista Bioética&Debat del Institut Borja de Bioética de la Universidad Ramón Llull titulado "LA BIOTECNOLOGÍA: LA TRANSFORMACIÓN DE LA NATURALEZA"
Regular jurídicamente la biotecnología, o sus aplicaciones prácticas e inmediatas se ha convertido en un reto. Regular lo que se desconoce hace evidente la necesidad del conocimiento inmediato de aquellos avances que puedan incidir en el desarrollo humano, y en sus implicaciones éticas y morales.
Como dijo Boeker, “hace quince años en una cafetería de la Universidad de Stanford discutía con una colega si algún día sería posible sintetizar el genoma. Nos parecía una locura, algo imposible. La ciencia cada vez nos sorprende más, es imposible saber qué será lo próximo”.
Nuevo artículo en la Revista Bioética&Debat del Institut Borja de Bioética de la Universidad Ramón Llull titulado "LA BIOTECNOLOGÍA: LA TRANSFORMACIÓN DE LA NATURALEZA"
Regular jurídicamente la biotecnología, o sus aplicaciones prácticas e inmediatas se ha convertido en un reto. Regular lo que se desconoce hace evidente la necesidad del conocimiento inmediato de aquellos avances que puedan incidir en el desarrollo humano, y en sus implicaciones éticas y morales.
Como dijo Boeker, “hace quince años en una cafetería de la Universidad de Stanford discutía con una colega si algún día sería posible sintetizar el genoma. Nos parecía una locura, algo imposible. La ciencia cada vez nos sorprende más, es imposible saber qué será lo próximo”.
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