Una noticia del
día de ayer me llamó la atención. Indonesia da preferencia en la vacunación a
los más jóvenes en detrimento de las personas de mayor edad al contrario de lo que está
ocurriendo en Europa y especialmente en España.
Es cierto que,
a tenor de la información disponible hasta la fecha el COVID19 afectaba con más
virulencia a la gente mayor o anciana, quizá porque sus defensas son más
lábiles y, por otro lado y aparentemente, la gente más joven la sufría menos, o
resultaban normalmente asintomáticos, no obstante podrían contagiar, aunque
también es cierto que las consecuencias secundarias a largo plazo están por ver
en el futuro.
Sin embargo, y
aparentemente también – nadie puede hablar con seguridad de nada con respecto a
este tema –, las tornas han cambiado con la mutación británica del virus ya que
parece que infecta también con la misma virulencia a los jóvenes. Sin embargo,
fuera esto así o no, hay que plantearse a quién se tendría que priorizar a la
hora de vacunar, dado que hay que elegir ante la limitada capacidad de
vacunación disponible.
Este
planteamiento de planificación podría considerar que los criterios de prioridad
de vacunación grupal no deben ser aquellos con mayor mortalidad sino aquellos con el mayor número de interacciones
diarias entre personas, que de algún modo podrían reducir los contagios y
las muertes. En consecuencia, si se vacunara a la personas con mayor número de
interacciones es una evidencia que tendría que hacerse al grupo de menor edad.
Ello no supondría despreciar a los grupos de más edad sino, valga la expresión
popular, “matar dos pájaros de un tiro”, dado que a menor número de
contagiadores menos contagiados.
En suma, hay
que plantearse si es mejor vacunar primero a aquéllos grupos de edad con riesgo
de mayor mortalidad por su edad avanzada o aquéllos otros que tengan una mayor
interrelación social a la vista de la capacidad limitada de la tasa de
vacunación. La estrategia a seguir será determinante.